

Lo que es verdaderamente inmoral es haber desistido de uno mismo
Clarice Lispector
Dar una idea de quien soy, es una tarea imposible en la cual estoy envuelta hace ochenta y cinco años. Tal vez puedo contar lo que he hecho e intentar aproximarme.
Me llamo Luz María Gloria Fernández Mauri y nací un 1 de julio de 1935 a las 19:30 hs en Buenos Aires. Soy hija de Aurelio Daniel Fernández Romero, librero andaluz nacido en Granada y de María Luisa Mauri, argentina, hija de un milanés y una torinesa. Como se puede ver, soy mediterránea. Con todo lo bueno y lo malo que esto significa.
Huérfana de madre desde los dos años, aprendí a leer a los cuatro, conocí la obra de Borges a los siete con Fervor de Buenos Aires, y a Federico García Lorca a los nueve, con Bodas de sangre y Romancero gitano. Terminé el primario a los diez años e ingresé a la universidad a los quince. Se dice rápido pero, en ese tiempo, pasó lo que me formó. Todo lo que he hecho, de ahí en más, es consecuencia de ese crisol de mi vida. Los libros fueron mis amigos del alma. Aquellos que nunca te traicionan. La literatura española y francesa fueron las primeras que conocí; y luego, la inglesa y rusa. La última, la italiana. Todos los sábados al mediodía, luego de cerrar la librería íbamos, mi padre y yo, a la Costanera Sur y mientras caminábamos mirando al rio color de león recitábamos Las Cien Mejores Poesías de la Lengua Castellana, un verso cada uno. Créanme, esos fueron de los momentos más maravillosos de mi vida.
Ingresé a Ciencias Económicas Plan C y me recibí sin poder comprender jamás por qué elegí una carrera que no tiene nada que ver conmigo. Tal vez porque tenía quince años y buscaba una salida laboral, pero el resultado fue que guardé el título Dios sabe dónde y jamás hice un balance. Debe, haber, pero no hay. Cierro el libro y me voy.
A los quince años me puse de novia con Alfonso Castillo y nos casamos, a los veintidós años, yo y a los veintitrés, él. Tenía veintiséis años cuando mi amor por la filosofía, especialmente Heráclito y Ortega y Gasset, me llevaron a comenzar unos estudios de investigación de la mano de Luis Jalfen y Silvio Maresca, cuando Saúl Kartz se va del país a vivir a Francia. Permanecí en este quehacer durante veinticinco años, enseñando, escribiendo y pensando, mientras criaba a mis dos hijos, Rodrigo y Gonzalo.
A los cuarenta, un test de Rorschach me dice que debo dejar un poco lo intelectual y buscar algo más emocional. Chica obediente, me mandan a estudiar artes plásticas y así lo hago; primero, con Ahuva Slimovicz y luego con Eduardo Médici. Fui compañera de taller de Guillermo Kuitca e hicimos una exposición juntos. Lo que nunca imaginé era que esa actividad iba a ser el otro gran amor de mi vida. Junto con Alfonso, extraordinario fotógrafo, recorrimos el mundo con más de ochenta exposiciones. Europa, Japón, Chile, Uruguay, Guatemala, entre otros países, ocuparon mi tiempo y llenaron mi vida de alegría.
Nunca abandoné ni la filosofía ni la escritura, mis amores primeros, pero las artes plásticas ocupaban mi tiempo.
Paralelamente, retomé algo que había comenzado a mis diecinueve años, cuando formé parte del grupo de yoga de Susana Milderman, y comencé a estudiar religiones comparadas: Cábala, Tarot y Astrología. Fueron ocho años que dieron una amplitud a mi mente que aún me asombra. Mi paso por el grupo de Susana fue un hito para mí. Éramos uno de los introductores del yoga en Buenos Aires y de masajes energéticos tomados de la Acupuntura china. Allí estudié teatro con Hedy Crilla durante cuatro años y di clases para actores y embarazadas durante dos décadas. La danza, una mis asignaturas pendientes, me ocupo tres años en las manos de Ana Itelman, gran maestra y bailarina.
Llegamos a 1995 y el arte, que me había elegido, me soltó la mano. No podía crear. Depresión, angustia, dolor. En fin, toda la gama del Apocalipsis. A mi marido se le ocurre, para salvarme, que pusiera una galería de arte. Seguiría en el mismo círculo, pero con otro rol. Así nació ArtexArte un 23 de noviembre de 1995, en el barrio de Belgrano, frente a la plaza pegada a “La Redonda”, iglesia de la Inmaculada Concepción, y sobre los arcos donde un día Ernesto Sábato me confesó, café mediante, que él había escrito el “Informe sobre ciegos” inspirado en los túneles de ese lugar.
Allí permanecimos por cinco años al mismo tiempo que, junto a Pelusa Borthwick, teníamos una audición dedicada al arte con entrevistas a las más importantes figuras nacionales e internacionales del quehacer artístico. Recibimos premios por ser el mejor de los programas especializados del país y la repercusión fue insospechada. Se emitía los lunes a las nueve de la noche por Radio Clásica. Es notable la importancia de los medios, ya que les cuento que, por mi voz, me reconocían algunos choferes de taxi y no me cobraban. ¡Increíble! Tuve el honor de hacer la única entrevista que el nieto de Joan Miró dio en Buenos Aires.
Esos años fueron de intenso trabajo. La galería estaba en la terraza del restaurant “Marco Polo” de mi hijo Rodrigo. Tenía 250 metros cuadrados y una terraza maravillosa sobre la plaza. Era un lujo. Los vernissages se hicieron conocidas por lo que se comía y servía que venía del restaurant. Por allí pasaron todos los grandes del mundo artístico. Si quieren saber más, pueden entrar a www.artexarte.com.ar y se van a enterar de un montón de datos que yo no voy a contar ahora para no cansarlos.
En el año 2000, el precio del alquiler era tan alto que mi hijo se retira del restaurant. Nosotros dejamos el espacio y nos mudamos al lugar actual. Nos convertimos en la primera galería de América Latina y, por supuesto de Argentina, dedicada exclusivamente a la fotografía, arte digital y nuevos medios. Los 1800 metros cuadrados, divididos en cuatro plantas de 450 metros cada una, nos dieron una posibilidad enorme. Si antes habíamos sido mecenas del arte argentino a través de la Fundacion Nuevo Mundo, ahora habíamos tomado carta de ciudadanía.
Yo he seguido escribiendo, porque nadie olvida el primer amor. Tengo cinco libros publicados y dos en imprenta que seguramente aparecerán este año 2021.
He llegado a ochenta y cinco tacos de almanaque a la espalda y estoy en el cono de sombra del ocaso. Podría decir que lo grave del presente es el futuro, pero prefiero pensar en seguir adelante con un montón de proyectos en cierne: dos películas, una emisión de los versos de Federico García Lorca musicalizados por Daniel Doura, y la loca ilusión de continuar con los premios, las muestras y la idea de llevar por todos los pueblitos del país exposiciones rodantes, para acercar el arte y la cultura a la gente que no tiene acceso a ella. Esta es mi vocación, mi legado a mis dos hijos y siete nietos, convencida de que la grandeza de las naciones no la hacen sus cuentas bancarias sino la cultura de sus pueblos.
Voy a dejarlos con una frase de mi padre: “Lo verdaderamente caro, tú no lo puedes comprar. Si tiene precio, es barato. Porque, ¿cuánto vale el honor, la inteligencia, el amor, la caridad, la salud, la belleza, la honradez, la ética? No hay dinero que lo compre.”
Queridos amigos aquí los dejo, no sé si esto ha servido para que sepan quién) soy, salvo que crean que uno es lo que hace. En ese caso, tienen una idea aproximada y que Dios, si es que existe, los ayude.