A mi padre

El pesado navío de tu cuerpo macizo
echado hacia adelante para poder andar,
quedó anclado en el puerto y en una madrugada,
se hundió en profundidades de mares de cristal.

No querías morir, tan solo ahogar la carne,
y que tu vida toda, fuera vida inmortal.
Por eso que te encuentro en cada instante mío,
en lo que me rodea, en mi propio mirar.

Mi mundo es tu mundo, mis hijos son tu imagen,
mi voz sola es tu canto, eterna identidad.
No quiero ser tu eco, no quiero ser tu espejo,
sino quien más te quiso en total libertad.

Córtame las cadenas,
descansa al fin, en paz.

LUZ CASTILLO – 16 de octubre de 1976